lunes, abril 07, 2008

Electrofilia

Hice la primera instalación a los diez años en la cocina de mi Tío el Amado. Ese día, además, fue la primera vez que me agarró corriente. Para trabajar habíamos cortado la luz. Después, cuando terminamos, la dimos de vuelta, y yo fuí a mirar cómo quedó todo. En una de las uniones descubrí un alambrecito que asomaba. Yo sabía que no tenía que tocarlo.

Pero no pude aguantar la tentación. Qué lindo que es el cobre. Me encanta su color, su flexibilidad, su conductancia. Miré alrededor. El amado no aparecía. Acerqué la mano despacio y lo toqué. Fue la primera de muchas.

Es una sensación incomparable. El hormigueo sube. Primero te agarran espasmos en los músculos, después la sangre se vuelve loca. Uno se vuelve plástico, los límites físicos se pierden y entrás en contacto con los objetos que te rodean. Todo se va apagando y sentís como si flotaras.

La electricidad es como el mar. Tiene olas, canales, mareas que suben y bajan. Para desconectarse, el tipo que sabe aprovecha la retracción de la ola, lo que llaman "el reflujo". Te das cuenta por los latidos del corazón. Si te electrocutás, bombeás rápido pero con arritmia. Por eso hay que salir cuando la frecuencia lo permite, que es en la marea baja, cuando el ampere es más chico.

Me gusta electrocutarme entre una y dos veces por semana. Mañana voy a cumplir cuarenta años, pero me siento un pibe. Hoy a la tarde voy a ir a la fábrica de mi amigo. Va a estar bueno, porque ahí tienen fuerza matriz, circuitos trifásicos de 380 voltios.

Juan D. Incardona

Texto publicado en Suplemento Ñ 27 de Clarín, el 09/02/2008.

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